martes, 13 de febrero de 2018

... Reflexión 12: Felicidad

Junio de 2013.
Esta fue la fecha en la que empecé con esta reflexión, con este escrito que espero que hoy vea la luz.
Tomado de: https://pixabay.com/es/playa-litoral-costa-verano-tierra-832346/

Hace mucho tiempo también, en 2012, introduje esta reflexión con un pequeño escrito en el que, como de costumbre con más de una especulación, en realidad no se decía nada.

De esta forma, en más de una ocasión, decía, he escrito sobre este sentimiento al que, en ese momento consideré como "esquivo". Incluso indiqué que había hecho esta aproximación desde diferentes enfoques o puntos de vista, mismos que en este momento no logro recordar. Pero así son las cosas de la memoria y en mi caso particular he escrito ya tantas cosas que debe ser imposible que las recuerde, más cuando últimanente me he dedicado a múltiples proyectos de escritura, sin dejar de lado, sin descuidar éste, porque simplemente es el que más lleva conmigo, el que más se acercaría a brindarme el sentimiento que hoy me ocupa o incluso a darme alguna aproximación a este.
Nuevamente, como en el preludio y, en lo que se refiere al presente escrito, debo dejar claro que la felicidad no es algo puramente espontáneo, lo cual me lleva a recordar mis propias palabras:

<<Las cosas normalmente no salen de la nada, ni los bebes, ni las ideas, ni los colores ni mucho menos cada cosa que queremos; es decir que uno debe buscar, encontrar, hacer y conseguir; con lo cual no puedo estar de acuerdo en que muchos vean su vida como un cúmulo absoluto de dicha infinita, me preguntaría entonces, ¿de dónde sale? Y es que tampoco creo que haya nada ilimitado, nada eterno, la misma naturaleza en su ejemplo nos muestra que si bien hay ciclos, tampoco nada se pervierte hasta resultar inmutable, eterno o diáfano>>.


De ese texto de 2012 rescato la consideración según la cual la felicidad no puede ser un fin en sí misma, esto en la medida, y lo menciono ya que muchas personas pretenden como mayor o mejor expectativa para su vida el hecho de "ser feliz". Pero a esto siempre me he opuesto pues no considero que pueda ser un fin, algo que constituya un estado predicable con alguna permanencia, sentimiento y sensación. Así las cosas, y bajo la misma línea de pensamiento, no tendría una vocación de permanencia tal como para dotar al sujeto con una categoría permanente.

Así las cosas, he de dejar a un lado las anteriores entradas, aquellas reflexiones que sirvieron de partida a esta, en donde en últimas no he dicho nada (aún).



Tomado de: https://pixabay.com/es/saludos-bebidas-beber-alcohol-839865/

La nostalgia se vuelve el principal componente de la adultez. Nos convertimos en seres incapaces de vivir sin volver atrás unos segundos o incluso varios años. Se supone que establecemos complejas estructuras morales de las cuales servirnos a medida que avanzamos en la escalera de la madurez.

Yo he sido víctima del ostracismo social, del rechazo por cuenta de mi particular manera de ver la vida, por mi forma de hacer las cosas, pero como ya lo he dicho antes, no soy ajeno a la felicidad.

Recurro a la descripción anterior de mi propia forma de ser:

"En principio, no soy del todo una persona calmada, aunque con el tiempo he aprendido a cultivar la paciencia al igual que la tolerancia, ambas cosas las he necesitado para sobrevivir en un mundo que detesto la mitad del tiempo. También he logrado sobrevivir a un temperamento que me trajo muchos problemas en el pasado, explosiones de ira acompañadas de violencia. Un ánimo colmado de malos o peores genios, una actitud gruñona y una tendencia a lo irascible. Todo un maniático salido de control.

Para mi fortuna, antes de enloquecer encontré formas de liberarme de los demonios, formas para hallar alegría en pequeñas cosas cotidianas. Maneras de estar tranquilo y de dejar pasar, aquella negación consciente que alguna vez ocupó lineas dentro de este mar de reflexiones inacabadas, imperfectas y especulativas. Las exaltaciones de la vida las he tenido que vivir en ambientes en los cuales no podía mantener el control y lo que he logrado actualmente tras uno que otro evento desastroso y muchos correctos, adecuados y felices, es estar tranquilo, aceptar, comprender, entender y cuando aquello no es posible, tolerar.

Mis emociones están allí, y salen cada día cuando encuentro un guiño en el cielo matutino, cuando tarareo la canción a la que he dado vueltas hasta marearla, cuando canto a volumen variable otras tantas tonadas que han hecho transito a mi biblioteca de emociones para dar, recibir o simplemente para tener. (...)".

¿Pero qué es la felicidad? ¿Por qué le he dado tantas vueltas a este asunto? En alguna reflexión anterior me refería a la tranquilidad, a la dicha; ¿en dónde queda el placer?

Pues bien, la filosofía clásica alguna vez se ocupó de este asunto, es por eso que se habla del Hedonismo, de la sola búsqueda del placer, la entrega, si se quiere, a las pasiones carnales.

Para Aristóteles (Ética Nicomaquea) la felicidad se encuentra en la contemplación al igual que en una vida política activa, en donde la felicidad se encuentra nada menos que en la búsqueda del honor, en la consecución de la virtud a través del buen obrar. Pero esta concepción tiene problemas porque se busca que haya un espectro de igualdad en donde los hombres se encuentren para realizar actos buenos, porque en su entender nadie en su "sano juicio" podría actuar por el mal, ni preferir la injusticia, el descontrol o la violencia. Esto es utópico e incluso ingenuo y desconoce la eminente naturaleza caótica del ser humano, que no malvada necesariamente. Y también permite que nos encontremos ante una confusión entre la felicidad como virtud, como condición o como fin de realización humana.

El otro extremo viene con las escuelas de pensamiento posteriores, que rechazan las pasiones y los estados de ánimo, para estas personas existía un principio de acción consistente con mi propio pensamiento para muchas cosas: la “apatheia” (apatía). Esto, en la medida en que las reacciones emocionales fueron consideradas como perturbaciones del ánimo o también como alteraciones del espíritu o procesos patológicos. Y dado que lo más importante es la razón, pues estas alteraciones debían ser controlados con toda la fuerza posible. Este quizá haya sido el advenimiento de la idea del sabio, el que está en control, con absoluto dominio de sus emociones. Pero el problema de esta idea es que dejamos de lado el motor de la felicidad por el puro dominio del ser a través de este control, a pesar de que, como sucede posteriormente con el estoicismo, su finalidad sea la de producir el dominio de sí mismo (autarquía) y el bienestar individual. Si el ser es educado con el fin de someter a sí mismo, aún bajo la bandera de la fortaleza, la devoción, el deber e incluso la misma indiferencia al placer, lo que puede quedar de lado es una existencia vacía.

De mi parte me inclino más por seguir a Kant (Doctrina de la Virtud) quien dice que de ninguna manera puede fundarse un pensamiento moral desde la felicidad. Esto, en la medida en que esta idea se corresponde con un concepto ambiguo porque para cada individuo la felicidad es algo completamente diferente, disperso. Pero para este filósofo no se puede actuar moralmente desde los sentimientos ya que estos son involuntarios. Entonces, es mejor que los actos morales se fundamenten en la voluntad, la cual se considera ontológicamente buena.

Pero pensemos en que la felicidad como indica Kant, está provista por los más variados temas, dimensiones o actitudes de un individuo. El ser buscará, según su propio contexto, algo que lo complete o que lo eleve de alguna manera superior a su propio lugar en el mundo; entonces la felicidad dependerá del sentido existencial, espiritual y de la propia concepción y consciencia individual. Esta lo que se cree, lo que se quiere, lo que se necesita.

De esta forma la felicidad es la consecución, es la doctrina de la satisfacción.

Me explico. El propio ser genera expectativas de lo que representa su vida y busca de alguna manera colmarlas a través de cualquiera de sus aspectos de desarrollo. Existirá entonces una felicidad tan relativa a la persona o quien considere precisamente que esta hace parte de su virtud como ser humano, que es una condición inequívoca de su existencia, una característica univoca que no merece mayor atención o reflexión.

Pero para poder constituir un verdadero sujeto necesitado, ha de partirse de las formas comunes de necesidad que dejan a los individuos a merced de un comportamiento, de una virtud que en sí misma requiere de unos mínimos. Estas son necesidades humanas, necesidades personales que trascienden a la sola biología. El modo de producción imperante, la construcción social y el paradigma político en su conjunto son preceptos de obligatorio cumplimiento y que condicionan cualquier búsqueda de la felicidad.

Para dar un ejemplo concreto, nuestra modernidad nos ha sometido a una sociedad capitalista que se ha organizado en torno, precisamente, del concepto del capital, de la producción; en donde la felicidad se encuentra subordinada a la producción, a la disciplina propia del materialismo y a la obediencia de la Ley.

Esto es mejor explicado por Walter Benjamin, quien señala que en esta era moderna, el sujeto no encuentra más la redención en templos e iglesias, pues éste (el individuo) "se redime en los centros comerciales, en el consumo. Dime qué consumes y te diré quién eres. Dime qué puedes comprar y te diré qué tipo de felicidad puedes obtener". 

Según este mismo pensador, la moda ha establecido un escenario de intercambio dialéctico "entre mujer y mercancía (entre placer y cadáver)". La moda, no ha representado más que “... la provocación de la muerte a través de la mujer y un amargo diálogo en voz baja con la putrefacción entre estridentes risotadas mecánicamente repetidas. Esta es la moda. Por eso cambia tan rápidamente, provoca a la muerte y cuando ésta se da la vuelta para vencerla, ya se ha convertido en otra, nueva”.

Nos hemos consumido por un profundo narcisismo y muestra de ellos son los continuos selfies, la necesidad de validación que excede a cualquier consideración de la competencia como especie y que trasciende los escenarios de control social, en un sofisticado mecanismo de auto control para que cada individuo se someta a lo que la corriente generalizada le dicta. El hombre no puede verse reflejado en el mundo a través de sus acciones, ni como consecuencia de su propia creación intelectual o siquiera del producto de su espíritu y por el contrario se encuentra alienado, enajenado a traves de aquel espejo imaginario de sí mismo que le es impuesto por aquel narcisismo enraizado en lo más profundo de su ser.

Freud (El malestar en la cultura) indica que el narcisismo sobrevive "como un síntoma neurótico" pero también "como un elemento constitutivo" de la construcción de lo real. "El narcisismo es considerado aquí tanto como un escape egoísta de la realidad como una relación existencial con el mundo". Este escenario es el que nos deja peor librados en términos de la búsqueda de la felicidad en donde esta se encuentra anclada a una exacerbada condición de amor a sí mismo que no trae de la mano un sentido mínimo de auto estima, es este apego, esta condición de admiración que pervierte al amor y que no permite el desarrollo verdadero de la consciencia. Esto no es más que moda, en donde el sujeto se deja llevar por el sentido erótico de auto contemplación, el que incluso conlleva su aislamiento y la anulación del ser social, porque en medio del narcicismo se han creado herramientas para la alienación que resultan útiles a todas las necesidades perversas de este escenario.

A nadie le importa el otro, a pesar de estar continuamente sumido en una máscara de preocupación por la idea de lo que éste representa. La ideología consume el diario vivir de las personas, impulsa cambios sociales enrevesados y complejos que se concentran en las formas, en la protección de esta forma de vida aislada y narcisista. La felicidad entonces, no queda más que sometida al capricho particular, una extraña amalgama de imposturas, de preceptos morales de dudosa procedencia, de falacias personales y de establecimientos e instituciones perversas que lo único que hacen es sumir a cada persona en una miseria a la medida. Pero esta miseria, este sentimiento de depresión, de aburrimiento constante puede ser constantemente apaleado a punta de consumo.

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