domingo, 14 de octubre de 2012

... Reflexión Diez: Fidelidad


El 29 de abril del año 2010, publicaba en este blog un articulo sobre el resultado de la evolución reflejada esta en la tendencia hacia el comportamiento fiel, correspondiente a aquellos hombres (y mujeres) con una marcada condición liberal, inteligentes y ateos, aunque el autor del articulo sostenía que las mujeres tienden a ser más fieles, lo que hace suponer que en ellas no implica evolución. El especialista, según la página de BBC mundo es un científico de apellido Kanazawa. Lo anterior puede unirse a los planteamientos con respecto a las relaciones de pareja que publicó el científico colombiano Rodolfo Llinás, quien afirma que el amor eterno “(…) es de inteligentes (…)”.

Ahora, en principio es necesario hacer una aproximación semántica al término, ya que el mismo puede darse a confusiones.

De una parte tenemos una idea referente al comportamiento, es decir una conceptualización de tipo moral, el diccionario nos habla de “firmeza y constancia en los afectos, ideas y obligaciones [sic]”.

Por otro lado, tenemos la acepción relativa a la exactitud, la veracidad, precisión, tanto de hechos como de acciones, lo que a la final se vuelve un criterio de comparación, es por eso que se habla de reproducciones, relatos o ejecuciones fieles. Para dar un ejemplo, se puede hablar de la fidelidad de los equipos de audio.

Sin embargo, para este escrito me referiré al ámbito de las relaciones, el aspecto moral, subjetivo y personal, incluso el apego, y demás comportamientos asociados a esta idea, y que desembocaran en una concepción algo diferente, que espero, permita abordar este tema que me parece fascinante e inquietante a la vez, pues muestra mucho de lo que realmente hace a un ser humano.

La fidelidad en un sentido abstracto y luego de leer un poco sobre la misma en fuentes tan diversas como se pueda pensar, implica la atención a convicciones personales, a obligaciones auto impuestas, de ahí que la haya presentado como un valor de tipo moral, que se conciba como un sinónimo de “lealtad”, sin embargo, haré una salvedad frente a la sinonimia, puesto que encuentro una variable fundamental para su distinción, la cual traeré más adelante a colación. 

Según el santo internet, la palabra "fidelidad" deriva de la palabra fidelitas del latín, y su significado es servir a un dios, lo cual no es tan descabellado si nos remitimos a los fieles, los cuales en casi todos los textos de tipo religioso, son aquellos que sirven “fielmente”, es decir, con la mayor convicción a su dios. No obstante, prefiero la devoción como acepción religiosa, y a los devotos como servidores desprovistos de consciencia, para quienes sirven y siguen una cierta idea religiosa, o en todo caso profesan una fe profunda.

Me gusta pensar –con todo lo anterior- que la fidelidad es una virtud para seguir un precepto moral encadenada necesariamente a los valores de quien se dice “fiel”. Ciertamente en términos de relación, cuando una persona se promete a otra o se compromete, esta poniendo de presente una disposición soberana que lo obliga, con fundamento en su propia escala de valores. Y es que se es fiel por disposición personal, de manera libre, voluntaria, y ante todo consciente.

El problema llega cuando se mezclan otros conceptos como la entrega, el afecto, el amor. Y es que muchas personas suponen que deben recibir algo, pero no están dispuestos a dar a cambio, entonces, un contrato sencillo como puede ser una relación de pareja, se lleva a extremos intolerables en donde no puede entenderse como suficientemente satisfecho a ninguno de los involucrados. Mejor dicho, cada cual siempre quiere ganar, pero no está dispuesto a ceder en ningún término, puesto que esto está visto como perder.

Como lo analicé alguna vez, el amor es un sentimiento fugaz, relativo y conveniente, pero que es tan real como lo pretenda hacer ver -y valer- cada uno de los involucrados de manera individual o conjunta, es decir, necesita de la voluntad univoca o multilateral para existir. Por tanto, podemos hablar de constancia –persistencia, uniformidad, consistencia, firmeza- en la manera de mantener o ejecutar la relación, al nivel que esta se de.

Entonces, es fiel por un lado quien cumple con sus propias obligaciones, es decir, no desatiende su integridad moral con independencia de las contingencias, a pesar de que sus sentimientos cambien, a pesar de los estragos que produzca el tiempo en su ser, pero siempre de manera lúcida y voluntaria, ya que de otra manera estaríamos ante un sometimiento, que iría en contra de la liberalidad de la idea, que previamente había expuesto.

También es fiel quien consciente y voluntariamente sigue lo prometido a otro –u otra-, lo que en cualquier tipo de relación es necesario, puesto que se establecen de manera explicita o tácita unos acuerdos para que se pueda entablar y mantener ese sentido que une las voluntades dispares, para convertirlas en pares. Probablemente todo en materia de seres humanos converja en un consenso (o en un disenso), con lo cual y luego de superada la discusión, se tendrá probablemente una pareja (conjunto).

A pesar de todo lo referido hasta ahora, es importante tener en cuenta que la fidelidad implica el seguimiento de valores, por lo tanto es algo personal, y que incluso puede torcerse, pervertirse, en especial cuando la percepción moral de quien lo intenta aplicar no corresponde con la de quien se convierte en afectado por lo prometido, es decir que si existen diferencias abismales en lo que ambas personas consideran como recto, justo o integro, pueden producirse consecuencias inesperadas.

Debo traer de vuelta entonces el concepto de “lealtad”, el cual a mi juicio ya involucra al otro, puesto que para no traicionarlo, debe necesariamente conocerse su código moral propio, con lo que la promesa de lealtad involucra un conocimiento de aquel a quien se le profesa tal sentir, no basta con pactar como en el caso de la fidelidad poniendo de presente los valores propios, los cuales como mencioné antes, pueden ser insuficientes. Por el contrario, debe saberse a que se somete, puesto que quien va a juzgar en principio será ese otro, quien recibe la promesa, y no necesariamente el prometido.

La lealtad implica el respeto, la idea de no engañar ni traicionar a los demás, mientras que la fidelidad puede permitirlo, puesto que la concepción intima frente a un determinado comportamiento puede ser acorde con la falta en términos de la escala de valores de quien pudiera considerarse como afectado.

Así las cosas, es grave ser infiel, pero es imperdonable ser desleal. Probablemente faltar a la fidelidad no sea tan desastroso, puesto que esta idea es de entrega personal, de compromiso univoco e intimo, y cada persona puede flaquear, verse arrojada a situaciones en las cuales no tenga pleno control sobre sus acciones, en que no pueda ser constante o consistente.

Sí, probablemente sea de inteligentes el mantenimiento de relaciones estables y prosperas, por tanto con promesas mutuas de fidelidad, respeto y lealtad, sin embargo el amor hace idiotas a las personas, niega su inteligencia y pervierte su escala de valores. Probablemente el amor inteligente exista, pero muy seguramente está desprovisto de pasión y si estará plagado de cinismos y reconvenciones, porque solo puede querer inteligentemente quien se ha desbocado en estupidez al entregarse, quien apasionadamente se ha dejado ir, ha volado y posteriormente se ha estrellado de manera estrepitosa contra el suelo –y la realidad-, porque únicamente tiene bien puestos los pies sobre la tierra quien ha intentado volar, y por supuesto quien ha caído.



Imagen tomada de http://radioemmanuelfm.org

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