jueves, 1 de marzo de 2018

Como funciona el mundo

Esto no tiene formato de pregunta. Es claro que antes que buscar plantear más interrogantes, lo que suelo hacer en este sitio es comportar un sentido claro (tanto como puedo) desde una hipótesis de carácter especulativo que sirva como punto de partida para abordar una cuestión problemática. Y claro, yo no le tengo miedo a los problemas, los veo desde el punto de vista de la curiosidad que me caracteriza, un problema es algo que implica un interrogante, que plantea una situación que requiere de una solución y aquella, la solución, es un resultado, algo que llega después de un proceso racional, algo derivado del uso de la razón, de un proceso que implique la consciencia.

Pero el mundo funciona de otra forma. Los problemas son entendidos como maneras de entorpecer al establecimiento, como trabas a la estructura, circunstancias que afectan el sistema, que no dejan estar, que es aquello que más importa a las personas. A ese cúmulo común de seres que no soportan que su reducido mundo se mueva, por temor a que colapse. Todo problema es síntoma de algo que está mal. El problema, entonces, califica a quién lo plantea como alguien problemático y este otro tipo de personas son sometidas al ostracismo, porque aquel otro (el primero) rehúye de la confrontación de su propia razón, porque aquella persona que resiente cualquier actitud crítica no está preparada para aprender, ni para conocer más cosas diferentes a lo que ya le enseñaron. Porque se le huye al aprendizaje, se prefiere el adoctrinamiento y la instrucción.

De esta forma, entre menor sea el grado de verdadero conocimiento (ni qué decir de la sabiduría), mayor es el grado de certeza de aquel cafre de que está en lo correcto, de que su senda, su opción de vida, su opinión, su actitud, son adecuadas. Es el tránsito de la convicción personal sobre la inmutabilidad de las formas, aún de las virtudes, a una total trampa basada en el dogma de la moralidad, del espejismo que se crea la persona sobre quién es, sobre lo que significa, su sentido. Es por eso que estas mismas personas fácilmente caen en alguno de los espectros que niegan la consciencia y que establecen formas alternas a la percepción de sí mismo y de la realidad. Pero todo es una impostura, una verdadera falacia que se les construye sobre la base mitológica de un establecimiento que se sigue, pero no se comprende. Porque el sistema enseña a obedecer antes que cualquier cosa. La religión, el alcohol, el mismo ejercicio, o cualquier  otro dogma de cuidado personal (del cuerpo o espiritual) son formas para dormir o negar la consciencia, para escapar de la inexorable condición del ser, aquella que aun cuando puede llegar a ser compleja, dura, es multi dimensional.

Para eso se necesitan problemas. Se necesitan reflexiones, especulaciones, hipótesis y tesis de la más variada condición y como no somos seres absolutos, también necesitamos de consensos, porque en los demás hallamos el reflejo de la razón, más allá de lo que nos muestran nuestros propios sentidos. La percepción es una herramienta de la consciencia, la que sirve para explorar el mundo y hallarle algún sentido, para comprender y abordar

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