martes, 19 de diciembre de 2017

Crítica a la decepción (sobre las películas)

(Sí no está interesado en el análisis de la decepción y la importancia de una virtud crítica con un enfoque desprovisto de sesgos dogmáticos de carácter nostálgico o sentimental, vaya de una vez a mi  contra análisis sobre la película: ¿Por qué "Star Wars: The last Jedi" es solo una película más?.

Es fácil iniciar una pieza de opinión en internet con algún texto provocador que lleve a la confrontación de alguna manera y esto seguramente inicia por el sentido mismo del título de la reseña que contesté en el análisis que hice a Star Wars: The last Jedi, así como del de esta misma entrada. De esta forma y antes de empezar a hablar de la película, es mi absoluto deber desmentir el carácter de decepción que fue introducido desde el título de la reseña que originó todo esto.

La real academia de la lengua señala que la "decepción" es el "pesar causado por un desengaño" y lo que bajo el contexto puede corresponder también con las "lecciones recibidas por experiencias amargas". Mucho drama, ¿no?

El primer problema con la aproximación a una obra narrativa es hacerlo cargado con un cúmulo de expectativas que generen alguna clase de encanto, de engaño o de idea superlativa que despues pueda ser reventada con facilidad (son burbujas emocionales, las mismas que generan problemas como la necesidad de espacios seguros y demás, de lo que no me ocuparé para no convertir este análisis en un tratado). Estamos no menos que en la era de las decepciones y los desengaños. Todo puede reducirse a un escenario pesimista y cualquier cosa puede causar una reacción emocional fuerte. Para eso se inventaron los botones de "me enoja" y "me entristece" e incluso el "me disgusta" (dislike). Internet, las redes sociales, se han encargado de señalarlos que todo lo podemos clasificar tanto a través de alguna clase de ranking por estrellas o puntos, al igual que como con una forma más binaria: "like/dislike". Nuestra opinión es importante y lo es aún más la calificación que demos frente a cada aspecto que así nos lo pida.

Pero a lo que nos importa. Veo con asombro que constantemente una pelicula pueda ser calificada con un "es mala, "muy mala", o "buena" y pocas veces escucho un "buenísima" o "espectacular". Hay una tendencia con el mundo moderno y es la especial significación que tienen el aburrimiento y el esparcimiento, de ahí que las industrias culturales sean las más rentables del mundo (lo que ha permitido que Disney haya comprado a Marvel, a LucasFilms e incluso últimamente a Fox). También es importante el ascenso de plataformas como Netflix o que espectáculos como el fútbol se constituyan en industrias multimillonarias que se lucran de la necesidad constante de las personas por ser entretenidas.

BYUNG-CHUL HAN, un filosofo contemporáneo nombra a esta como la sociedad del cansancio, misma que luego de estar avocada al rendimiento y a la productividad se encuentra agotada y que ha trastocado las ideas relativas a las relaciones sociales y por supuesto a las formas de esparcimiento. Se teme a la soledad, pero las personas suelen estar más ensimismadas y aisladas, de ahí que a través de las redes sociales expresen necesidades de validación a través de sus propias opiniones. las cuales son incuestionables o llegan a ser motivo de completos descalabros por cuenta de la pasión con la que se defienden las concepciones, aun aquellas de carácter estético.

De esta forma, considero que es un error la aproximación a una obra de arte, creada para entretener, bajo una perspectiva acrítica disfrazada de un dogma sobre que aquello que no nos agrada es automáticamente malo o está mal hecho, en especial si se completa el juicio con un sufijo superlativo. De esta forma sí, nuestra opinión es válida, pero no es trascendental a menos que rompa algún paradigma, que establezca las bases para un nuevo consenso o que sea el punto de partida para algo novedoso. La diatriba, por su parte, la crítica a través del vapuleo, el arte de la pataleta en redes, no son nada que esté a una altura creativa diciente y que contribuya en algo más, que no sea el mismo placer morboso que causa toda manifestación de odio, matoneo y agresión hacia otros. Lo curioso es que el mundo se supone nos enseña cada día más a no ser agresivos, a no abusar de otros y a ser constructivos en nuestras apreciaciones. El debate entre lo correcto, lo justo y aquello que esta moralmente "bien", no viene al caso, pero lo que quiero dejar claro es que ser "malo" no es algo nuevo y por tanto juzgar algo desde un pedestal de superioridad estética o desde un punto de privilegio por un conocimiento particular o una características especiales (como el ser fan de algo) no son realmente relevantes.

Sin un verdadero criterio, dado por el conocimiento, y un carácter informado, nuestras opiniones son olvidables, irrelevantes e innecesarias (no así inválidas). Y por lo tanto una diatriba generalizada o generalizadora no es otra cosa que los ecos taimados de nuestro dogma, a su paso por aquellas burbujas emocionales que creamos cuando ponemos la razón al servicio del apasionamiento.

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